La policía antimotines israelí arremetió el viernes contra los portadores del féretro en el funeral de la periodista de Al Jazeera asesinada Shireen Abu Akleh, provocando que se les cayera brevemente el féretro, un impactante inicio de una procesión que resultó ser quizás, la mayor muestra de nacionalismo palestino en Jerusalén en una generación.
Las escenas de violencia seguramente se sumarán a la sensación de dolor e indignación en todo el mundo árabe tras la muerte de Abu Akleh, quien, según testigos, murió el miércoles por disparos de soldados israelíes cuando cubría una redada militar en la Cisjordania ocupada.
También mostraron las profundas sensibilidades en torno a Jerusalén oriental, que reclaman tanto Israel como los palestinos y que han provocado repetidas rondas de violencia.
El nombre de Abu Akleh, de 51 años, era muy conocido en todo el mundo árabe, y se había vuelto sinónimo de la cobertura de Al Jazeera sobre la vida bajo la ocupación israelí, que ya va en su sexta década y cuyo final no está a la vista. La veterana con 25 años en la cadena árabe era considerada por los palestinos como una heroína local.
Miles de dolientes, algunos de ellos con banderas palestinas y coreando: “¡Palestina, Palestina!”, asistieron al funeral. El funeral se considera el más grande que se ha celebrado en Jerusalén desde que Faisal Husseini, líder palestino y descendiente de una prominente familia, murió en 2001.
Antes del funeral, decenas de personas trataron de marchar con el féretro desde el hospital hasta una iglesia católica en la vecina Ciudad Vieja. Muchos de los dolientes llevaban banderas palestinas, y la multitud empezó a gritar: “Sacrificamos nuestra alma y nuestra sangre por ti, Shireen”.
Al poco tiempo, la policía israelí intervino, empujando y golpeando a los dolientes. A medida que se acercaban, los policías antidisturbios golpearon a los portadores del féretro, haciendo que uno de ellos perdiera el control del ataúd mientras caía al suelo. La policía arrancó banderas palestinas de las manos de la gente y disparó granadas aturdidoras para dispersar a la multitud.
El hermano de Abu Akleh, Tony, dijo que las escenas “demuestran que los reportajes y las palabras honestas de Shireen… tuvieron un impacto poderoso”.
La corresponsal de Al Jazeera Givara Budeiri indicó que la represión policial era como volver a matar a Abu Akleh. “Parece que su voz no se calla”, dijo durante un reportaje de la emisora.
Jerusalén oriental, que alberga los lugares sagrados judíos, musulmanes y cristianos más importantes de la ciudad, fue capturada por Israel en la guerra de 1967. Israel reclama toda la ciudad como su capital y se ha anexionado el sector oriental en un movimiento que no es reconocido internacionalmente.
Los palestinos reclaman Jerusalén oriental como capital de un futuro Estado independiente.
Los reclamos territoriales de ambas partes se traducen a menudo en violencia, lo que contribuyó a desencadenar el año pasado una guerra de 11 días entre Israel y combatientes de Gaza y, más recientemente, a desatar semanas de agitación en el lugar sagrado más sensible de la ciudad.
A excepción de las oraciones en la mezquita de Al Aqsa, Israel rara vez permite que se realicen grandes concentraciones de palestinos en Jerusalén oriental y reprime de forma habitual cualquier muestra de respaldo a la creación de un Estado palestino.
La policía dijo que la muchedumbre en el hospital coreaba “incitación nacionalista”, ignoró los llamados a desistir y lanzó piedras a los policías. “La policía se vio forzada a intervenir”, aseveró.
Difundieron un video en el que un comandante en el exterior del hospital advierte a la multitud que la policía intervendrá si no cesan sus incitaciones y “cantos nacionalistas”.
Según un funcionario israelí, los detalles del funeral se habían coordinado previamente con la familia para garantizar que transcurriera sin contratiempos, pero “las multitudes comenzaron a reunirse en torno a la carroza fúnebre de Shireen Abu Akleh y se produjo el caos”, lo que impidió que la procesión siguiera la ruta prevista. El funcionario habló bajo condición de anonimato, conforme a su regulación interna.
El hermano de Abu Akleh había dicho previamente que el plan original era trasladar el féretro en una carroza fúnebre desde el hospital hasta la iglesia y que, tras el servicio, sería llevado por las calles hasta el cementerio. No está claro por qué cambiaron esos planes ni por qué los portadores del féretro salieron del hospital con el ataúd.
Al Jazeera dijo en un comunicado que la acción policial “viola todas las normas y derechos internacionales”.
“Las fuerzas de la ocupación israelí agredieron a los que lloraban a la difunta Shireen Abu Akhleh tras irrumpir en el hospital francés de Jerusalén, donde golpearon duramente a los portadores del féretro”, dijo. La cadena añadió que sigue comprometida con la cobertura de la noticia y que no se dejará amedrentar.
La secretaria de prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki, calificó las imágenes como “profundamente perturbadoras”.
El centro de atención debería ser “marcar la memoria de una periodista extraordinaria que perdió la vida”, dijo Psaki. “Lamentamos la intrusión en lo que debería haber sido una procesión pacífica”.
El secretario general de la ONU, António Guterres, “está profundamente perturbado por los enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad israelíes y los palestinos reunidos en el Hospital St. Joseph, y por el comportamiento de algunos policías presentes en el lugar”, según un comunicado de su portavoz adjunto, Farhan Haq.
Tras los choques, la policía israelí escoltó el féretro en una furgoneta negra, y retiró las banderas palestinas del vehículo mientras se dirigía a la iglesia.
“Morimos para que Palestina viva”, coreó la multitud. “Nuestra tierra querida”. Más adelante cantaron el himno nacional palestino y corearon ”¡Palestina, Palestina!” antes de que su cuerpo fuera enterrado en un cementerio a las afueras de la Ciudad Vieja.
Su tumba fue ornamentada con una bandera palestina y flores. El embajador palestino en el Reino Unido, Husam Zomlot, y el jefe de la oficina de Al Jazeera, Walid Al-Omari, depositaron flores en la tumba.
Salah Zuheika, un palestino de 70 años, llamó a Abu Akleh “la hija de Jerusalén”, y dijo que la enorme multitud era una “recompensa” por su amor a la ciudad.
“Ya la extrañamos, pero lo que ocurrió hoy en la ciudad no se olvidará”, dijo.
Abu Akleh era parte de la pequeña comunidad cristiana palestina de Tierra Santa. Cristianos y musulmanes palestinos marcharon juntos el viernes en una muestra de unidad.
La periodista recibió un disparo en la cabeza el miércoles durante una redada militar israelí en la ciudad cisjordana de Yenín. Pero las circunstancias siguen siendo objeto de controversia.
Los palestinos afirman que el ejército israelí la mató, mientras que las fuerzas armadas de Israel dijeron el viernes que murió durante un intercambio de disparos con militantes palestinos. Afirmaron que no podían determinar quién era el responsable de su muerte sin un análisis balístico.
“La conclusión de la investigación preliminar es que no es posible identificar el origen del disparo que alcanzó y mató a la periodista”, dijo el ejército.
Israel ha pedido una investigación conjunta con la Autoridad Palestina y que ésta entregue la bala para que un análisis forense determine quién la disparó. La Autoridad Palestina se ha negado, diciendo que realizará su propia investigación y que llevará el caso a la Corte Penal Internacional, que ya investiga posibles crímenes de guerra israelíes.
Reporteros que estaban con Abu Akleh, uno de los cuales resultó herido, dijeron que no había enfrentamientos ni combatientes en la zona inmediata donde mataron a la periodista el miércoles por la mañana. Todos llevaban equipo protector que los identificaba claramente como miembros de la prensa.
La Autoridad Palestina y Al Jazeera, que desde hace tiempo tiene una relación tensa con Israel, han acusado a Israel de matar deliberadamente a Abu Akleh. Israel niega las acusaciones.
Grupos de defensa de los derechos afirman que Israel rara vez lleva a cabo investigaciones sobre los asesinatos de palestinos por parte de sus fuerzas de seguridad y que, en las pocas ocasiones en que lo hace, impone castigos poco severos. Este caso, sin embargo, atrajo un gran escrutinio porque Abu Akleh era muy conocida y también una ciudadana estadounidense.
En las últimas semanas, palestinos originarios de Yenín y sus alrededores han perpetrado ataques en Israel, que a su vez ha organizado redadas casi diarias en la zona, lo que suele desencadenar enfrentamientos armados con militantes.
El viernes por la mañana, el ejército israelí volvió a entrar en Yenín, lo que provocó nuevos enfrentamientos.
El Ministerio de Sanidad palestino afirmó que 13 palestinos resultaron heridos. El ejército israelí declaró que los palestinos abrieron fuego cuando sus fuerzas entraron a realizar arrestos. La policía dijo que un miembro de 47 años de una unidad de comando especial israelí murió.