Un equipo internacional de astrónomos, liderado por investigadores de la Universidad Nacional de Australia, descubrió recientemente un agujero negro supermasivo que brilla 7.000 veces más que la Vía Láctea.
Según informó la institución universitaria este miércoles, el denominado J1144 es el agujero negro que ha presentado la tasa de crecimiento más veloz en los últimos 9.000 millones de años, absorbiendo una cantidad de materia equivalente a la masa de la Tierra cada segundo.
El cuerpo celeste, con una masa tres mil millones de veces superior a la de nuestro Sol, envía luz en múltiples longitudes de onda a través del Universo, lo que lo convierte en lo que se conoce como cuásar, detallan los científicos en la versión prepublicada de su investigación, y que ha sido difundida recientemente en arXiv.
Se calcula que el J1144 es unas 500 veces más grande que el agujero negro de nuestra propia galaxia, siendo tan masivo que “las órbitas de los planetas de nuestro Sistema Solar cabrían todas dentro de su horizonte de sucesos, que es el límite del agujero negro del que nada puede escapar”, explicó Samuel Lai, coautor de la publicación.
A pesar de su masivo tamaño, el agujero negro pasó desapercibido durante décadas ya que se ubica a 18 grados por encima del plano de nuestra galaxia. “La búsqueda de objetos lejanos se vuelve muy difícil cuando se mira cerca del disco de la Vía Láctea. Hay tantas estrellas en primer plano que es muy difícil encontrar las raras fuentes de fondo”, comentó el experto.
El objeto astronómico, señalan los científicos, posee una magnitud visual –medida de lo brillante que parece un objeto para un observador desde nuestro planeta– de 14,5, por lo que es visible para astrónomos aficionados que cuenten con el equipo adecuado.
“Los astrónomos llevan más de 50 años buscando objetos similares. Han encontrado miles de objetos más débiles, pero este, asombrosamente brillante, había pasado desapercibido. Ahora queremos saber por qué es tan diferente: ¿ha ocurrido algo catastrófico? Tal vez dos grandes galaxias chocaron entre sí y canalizaron una gran cantidad de material hacia el agujero negro para alimentarlo”, comentó Christopher Onken, coautor de la investigación.