La historia de tres hombres que escaparon de Alcatraz utilizando cucharas, maniquíes y una tonelada de ingenio.
Alcatraz. Pocos escenarios hay mejores para hacer una cárcel. Ahora mismo no se usa como cárcel, sino como lugar turístico, pero no deja de ser un islote de menos de nueve hectáreas en el centro de la bahía de San Francisco. El punto continental más cercano está a unos dos kilómetros que no es demasiado, pero tiene fuertes corrientes, posible presencia de tiburones y, sobre todo, aguas a baja temperatura.
Vamos, que si lograbas escapar, luego tenías que nadar y no sólo sobrevivir en el agua, sino no ser acribillado a tiros por los guardias. Varios presos famosos habitaron sus celdas, como George «Machine Gun» Kelly, Mickey Cohen o Al Capone y, durante sus 31 años de funcionamiento como prisión, afirmaron que nadie había escapado con éxito. Aunque, claro, esa es la versión que quisieron vender.
Prison Break. Muchos lo intentaron, pero los que no eran capturados se ahogaban o, como decimos, fueron acribillados. Todos excepto tres personas: Frank Morris y los hermanos John y Clarence Anglin. Aquí Morris es el nombre destacado. Empezó a delinquir a una edad temprana y se pasó la juventud entrando y saliendo de centros penitenciarios. También escapando de ellos, ya que se fugó de la Penintenciaría Estatal de Luisiana.
Por cosas del destino, en 1960 acabó en ‘La Roca’, pero en cuanto entró, empezó a maquinar la fuga. En la misma celda estaban los hermanos Anglin -se dedicaban a robar bancos- y Allen West, quien llevaba desde 1957 en Alcatraz. No fue una buena idea ponerlos juntos, ya que enseguida empezaron los planes de fuga.
Frank, Clarence y John
Art Attack. Como decimos, Morris fue el cerebro de toda la operación y lo que empezaron a hacer fue urdir un plan en el que se servirían de útiles cotidianos para escapar. La idea era utilizar el conducto de ventilación bajo el lavabo de las celdas como guía, pero debían ampliarlo para poder entrar y, para ello, utilizaron todo lo que tenían a su alcance como hojas de sierra de los terrenos de la prisión, un taladro eléctrico construido con el motor de una aspiradora y cucharas de metal del comedor.
No podían escapar directamente desde ese túnel, pero cuando éste fue lo suficientemente grande como para llegar al pasillo, subieron al piso superior para, en un nivel cerrado, crear una especie de taller en el que podían dejar los materiales y elementos sobrantes. ¿Y cómo enmascaraban el ruido? Pues con Morris tocando el acordeón durante la hora diaria en la que sonaba música para los presos.
Simulación de las herramientas para un programa de televisión sobre la fuga
La balsa. Más allá de los útiles para excavar, los presos crearon elementos para que, en las inspecciones, todo pareciera completamente normal. Por ejemplo, eliminaron el motor del ventilador de ese conducto, en la entrada de la rejilla de ventilación, crearon remaches utilizando jabón para imitar los originales. También fabricaron muñecos de ellos mismos con papel maché y pelo que habían robado de la peluquería de la prisión. Estos maniquíes los dejaban en las camas para simular que estaban durmiendo cuando, en realidad, se encontraban en el taller secreto.
Estaban fuera y tocaba atravesar el trecho marino. No lo hicieron a nado, sino con una lancha improvisada gracias a 50 impermeables robados cuya goma derritieron utilizando las tuberías de vapor de la prisión para crear las juntas. Todo estaba listo para el gran momento.
Las máscaras
Daba el pego
Sin rastro. La noche del 11 de junio de 1962, dos años después de empezar con todo el plan, Morris, los Anglin y West emprendieron el camino al exterior. West no pudo salir de su celda, pero los otros tres prisioneros emprendieron el camino al exterior, escalaron dos vallas de alambre de casi cuatro metros de alto, atravesaron el escarpado terraplén hasta la orilla noreste de la isla y… se hicieron a la mar.
La alarma no sonó hasta la mañana siguiente, cuando los guardias descubrieron todo el tinglado. La prisión entró en un encierro total, con los funcionarios revisando cada rincón y la Guardia Costera ayudando en la búsqueda de los tres fugitivos. No encontraron más que algunos restos de la balsa y efectos personales de los Anglin. No se volvió a ver el pelo ni a Morris, ni a John… ni a Clarence.
Caso abierto. Como leemos en BBC, aunque las autoridades de la prisión comentaron que lo más fácil es que los fugitivos se ahogaran en la bahía, al no haber encontrado ninguno de los cuerpos, el caso estuvo abierto unos cuantos años. El FBI lo cerró en 1979, pero el Servicio de Alguaciles de Estados Unidos lo ha mantenido abierto, incluso publicando retratos que muestran cómo serían los fugitivos a día de hoy.
Y alguna pista ha aparecido. Puede ser falsa, pero en 2018, la policía de San Francisco declaró haber encontrado una carta en 2013 en la que John Anglin confirmaba que Morris murió en 2005, Clarence en 2008 y que él se entregaría a cambio de un tratamiento contra el cáncer. «Tengo 83 años y estoy en mal estado. Tengo cáncer» se podía leer. El FBI entró de nuevo al caso, pero no pudo verificar si era auténtica. Tampoco se sabe si, realmente, Clarence y Morris estaban muertos.
Retratos robot de Frank, Clarence y John en 2022
¿Y qué pasó con West? Ya hemos dicho que no pudo escapar, por lo que esa noche, volvió a su cama y se puso a dormir. La mañana siguiente, cuando se destapó la operación, se encontraron el panorama en la celda de West, pero como éste colaboró con el FBI en la investigación, no se presentaron cargos. Contó todos los pormenores de la operación y el hombre cumplió su condena en otras prisiones tras el cierre de Alcatraz en 1963.
Consiguió la libertad en 1967, pero dos años más tarde volvió a la prisión estatal de Florida con cadena perpetua por hurto, robo e intento de fuga. En 1978, por complicaciones debidas a una peritonitis, falleció. De sus compinches, como decimos, nunca más se supo.
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Una cárcel de película. Después de la fuga, numerosas investigaciones policiales y televisivas tuvieron lugar. Incluso el programa MythBusters demostró que una fuga en una lancha con las mismas especificaciones que la original era posible. También hubo quien afirmó haber matado a los fugados, pero nunca se encontraron restos en el supuesto lugar de entierro.
El caso fue tan sonado que, en 1979 se estrenó ‘Fuga de Alcatraz’, una película basada en el libro homónimo de Campbell Bruce en el que se narran los hechos reales y que está protagonizada por el mismísimo Clint Eastwood. Y es un tremendo peliculón que recomiendo ver, aunque ya hayamos hecho un tremendo espóiler.